miércoles, 8 de mayo de 2013

Huevocartoon





Panel de emociones y risas encontradas

Era una tarde fría y lluviosa la del pasado miércoles 17 de abril. A las 2:00 p.m. al auditorio del bloque 38 llegaron muy temprano los estudiantes del pregrado de Comunicación Social para asistir a Panel de Cibermedios. El frío no fue obstáculo para que unas ciento cincuenta personas hicieran filas muy largas para poder ingresar y escuchar a dos personajes de Telemedellín.

Los técnicos ya tenían preparado los equipos en la tarima para brindar al público el evento tan esperado. Los estudiantes empezaron a ubicarse de forma ordenada en cada una de las sillas, pero en esta ocasión fue tanta la asistencia que no alcanzaron los asientos y algunos optaron por sentarse en las gradas. Solo restaba que los invitados subieran al escenario. Y no se hicieron esperar mucho, luego de quince minutos, a las dos y quince de la tarde, la conferencia empezó con la emoción de los presentes en aquel lugar.

El lugar se encontraba bien iluminado, para así poder obtener una buena calidad en el video y mostrar cada detalle de los invitados. Al fondo de la tarima, se encontraban sentados los conferencistas en dos grandes sillones, uno azul intenso y el otro naranja, algo opaco. En uno de ellos estaba Yan Camilo Vergara, director de la Agencia Digital Grupo Videobase, y en el otro Fabián Berrío Velásquez, director de programación de Telemedellín. Detrás de las flores que adornaban el sitio, de los dos sillones y de las dos cámaras que registraban todo el evento, estaba una pantalla donde proyectaban el complemento de la conferencia y en esta misma la audiencia tenía la posibilidad de observar las preguntas y comentarios que hacían los espectadores por medio de la red social Twitter.

A medida que pasaba el tiempo, los conferencistas hablaban acerca de los proyectos que habían desarrollado con el canal Telemedellín y el proceso por el cual habían tratado de modificar la televisión pública. En medio de la conferencia varios de los estudiantes se empezaron a salir, algunos regresaban y otros se iban sin intenciones de volver. Había ciertos grupos de los que quedaron  dentro del recinto que solo permanecían allí pendientes de sus celulares, ipads, ipods, portátiles y/o tablets, dando a entender que no les interesaban lo que Yan Camilo y Fabián decían, simplemente estaban ahí por cumplir con una asistencia académica, pero también otra gran cantidad de personas  estuvieron muy interesados por el tema expuesto y lo demostraban al tomar nota de todo lo importante que decían.

Al termino del evento, todo el auditorio comenzó a llenarse de risas de los mismos asistentes, a raíz de varios tweets publicados por diversos estudiantes. Uno muy particular fue: “¡MIRA MAMÁ ESTOY EN LA PANTALLA!”, escrito por @MurkyRua, Santiago Rúa, estudiante del pregrado de Comunicación Social, este fue capaz de atraer a cada una de las personas presentes. Así como este tweet tuvo un protagonismo fuerte, lo fueron otros de tweets también bastantes llamativos. Luego de este momento de risas y hasta lágrimas causadas con las mismas carcajadas, volvió el tiempo de seguir poniendo atención a los conferencistas y a los temas expuestos por ellos mismos.

Siendo ya las 4:00 p.m. uno de los presentadores dan a entender que se está culminando el evento, los invitados especiales se despiden de manera amable y agradeciendo a la audiencia por la participación y la atención prestada en todo el evento. Los asistentes se levantaron de los asientos y salen de forma ordenada y así iba quedando el lugar vacío como antes estaba, en tanto que los encargados del lugar se ubicaban para comenzar a organizar la Ceremonia de premiación IX Versión de Periodistas en la Carrera 2012 ¡Qué viva la música!, el cual era el evento siguiente de ese día.

jueves, 2 de mayo de 2013

Crónica de una muerte anunciada



1. El libro Crónica de una muerte anunciada trata sobre un anuncio, el de la muerte de Santiago Nasar. Este acontecimiento se da porque Bayardo San Román descubre que su prometida Angela Vicario ya no era virgen justo después de la boda, él, muerto de la ira, la devuelve para la casa de sus padres donde su madre la ataca a golpes y le exige que le diga quién había sido. Ella, con mucho temor, mira para todos lados y el único que se le viene a la mente es Santiago Nasar. De ahí surgió todo, pues los hermanos de ella, Pablo y Pedro Vicario se enfurecen y deciden buscarlo por todos lados para matarlo por todo la desdicha que causó en la familia Vicario.

Todo el pueblo estaba enterado de lo que los hermanos Vicario querían hacerle a Santiago Nasar. Pero, valga la aclaración, que él no estaba enterado de absolutamente nada de lo pensado por ellos. Santiago caminaba por todo el pueblo sin preocupaciones, pues ese día era la llegada del obispo y estaba muy emocionado como el resto de población.

Los hermanos Vicario planeaban y planeaban, pero casi nunca encontraban a Santiago en su casa o no lo veían a las afueras. Hasta que llegó el momento preciso de hacerlo. Ya en varias ocasiones le habían insinuado algo sobre su asesinato, pero él ignoraba por completo ese tipo de comentarios, pues se le hacía imposible que lo fueran a matar, cuando iba camino a su casa, vio que Pedro y Pablo Vicario lo estaban persiguiendo con dos filosos cuchillos dispuestos a asesinarlo, Santiago no alcanzó a entrar a su casa y ahí fue donde lo mataron salvajemente.

La página La2revelación informó que: “El mencionado título se puede considerar como un digno representante de esa apertura literaria producida hace setenta años atrás, tanto en los recursos que emplea como en su trama. Dejando de lado todo tipo de convencionalismo europeo, la narrativa latinoamericana se orientó principalmente en hablar sobre las costumbres de la región”.

En segundo lugar, según Wikipedia, “la historia contada se inspira en un suceso real, ocurrido en 1951, del que el autor tomó la acción central (el crimen), los protagonistas, el escenario y las circunstancias, alterándolo narrativamente, pero sin descuidar nunca los datos y las precisiones obligadas en toda crónica periodística”.
2. El autor de Crónica de una muerte anunciada es Gabriel García Márquez, publicado por primera vez en 1981. Gabriel García Márquez nació en Aracata, Colombia, el 6 de marzo de 1927, es un escritor, novelista, cuentista, guionista y periodista colombiano. Gabriel García Márquez recibió el Premio Nobel de Literatura en 1982, pues una de sus obras más reconocidas Cien años de soledad, es considerada una de las más representativas y gracias a ella a abarcado bastante camino literario.
3. La novela se torna muy llamativa en el momento en que es imposible acceder a los hechos verdaderos de la muerte de Santiago Nasar, pues nos somete a una serie de interrogantes que son la clave del éxito de esta novela. Aunque desde que se empieza a leer el libro se sabe lo que va a pasar, esto lo hace aún más interesante, porque es este capaz de consumirnos en la trama.
Este libro me hizo pensar y sentir. Al saber que todos en el pueblo sabían las intenciones de los hermanos Vicario, pero ninguno le avisó ni impidió la muerte a Santiago, por el hecho de que pensaban que todo era un juego de borrachos, es algo demasiado incoherente, pues ante todo debe existir la solidaridad entre una comunidad pequeña como lo es un pueblo.
Por último, hago énfasis en la descripción tan precisa de los personajes y la manera tan fascinante como se refiere a Angela Vicario al final de la novela, pues es tan amable cuando cuenta con el narrador ya después de 23 años ocurrida la muerte, la realidad de cómo sucedieron las cosas y la causa final de la muerte de Santiago Nasar. 


miércoles, 1 de mayo de 2013

Emilito


Érase una vez un pobre campesino. Una mañana se encontraba sentado con su esposa, atizando el fuego y dejando todo preparado para el almuerzo de ese día. Ambos añoraban tener al hijo de sus sueños, pero por cuestiones naturales, ella no podía quedar embarazada.

-¡Señor, tú que todo lo puedes, concédenos el milagro de que mi mujer quede embarazada y traiga a nuestro hogar un hijo… -Reza él-.

-¡Señor escucha nuestras oraciones! –dice la mujer suspirando-. Si por lo menos tuviéramos uno, solo uno con el cual compartir momentos y vivir al lado su niñez, guiarlo y aconsejarlo, seríamos felices y lo querríamos de todo corazón.

Y entonces sucedió un milagro, la mujer comenzó a tener mareos y, después de nueve meses, dio a luz a un niño completamente sano y lleno mucha alegría para ellos.

-Es un milagro, por fin lo tenemos junto a nosotros. Va ser nuestro hijo querido, lo llamaremos Emilito.

Emilito creció y ya tenía 10 años, la suficiente edad, según su padre, para que trabaja junto a él en el campo.


Al transcurrir el tiempo, Emilito fue conociendo muchas personas, niños, adultos, ancianos, cualquier persona que pasara por su lado, él muy cordialmente los saludaba y entablaban conversación.

Emilito y sus amigos, una tarde como cualquier otra, inician una increíble travesía. Todos deciden acampar en la mitad del bosque. Y así fue, emprendieron el camino y al llegar armaron sus chozas, prendieron fuego para calmar el frío y como es esencial empezaron a contar historias de terror en esa noche oscura y tenebrosa.

Siendo la media noche, un señor con un bastón y un gran sombrero se acerca a Emilito con mucha discreción, pues le parecía un niño supremamente inteligente con el cual podía ganar mucha plata. En ese momento, el señor lo rapta y se pierde en la completa oscuridad. Los amigos de Emilito, se dirigen muy desesperados a buscar al papá de él, a contarle todo lo que había acontecido, ellos muy preocupados, salen a buscarlo con las antorchas encendidas, pero no logran encontrarlo por ningún lugar.

Emilito, utilizaba su poca estatura para esconderse del señor extraño, tenía mucho miedo pero al pasar varios días ingeniaba cómo salir o cómo convencer al señor de que lo dejara ir con su familia y amigos.

-Señor, ¿desearía usted negociar conmigo? - Le preguntó Emilito
-Usted solo tiene diez años, ¿qué va a saber de negocios? –respondió el señor
-Quiere ganar dinero fácil y rápido? –Le dijo Emilito
-Sí -respondió el señor

El señor se quitó el sombrero y escuchó a Emilito su plan para él ganar dinero fácil y rápido. Emilito comenzó a contarle dónde se encontraba un baúl con bastante dinero, le dijo que estaba precisamente donde él y sus amigos acampaban aquella noche, el señor muy entusiasmado, llama a sus trabajadores para que vayan a buscar el baúl que traería felicidad y mucha riqueza.

Emilito, al mentirle sobre la ubicación y la existencia del cofre, aprovecha que no hay nadie en la casa y se escapa, en ese momento se encuentra con una señora, la cual tiene una venta de frutas cerca al parque principal del pueblo, la señora se compadece de él y lo llama, le ofrece algo de comida y de vestir. Él acepta la invitación y se queda un buen rato con la señora, le cuenta todo lo que le había pasado y siente en ella un amor y calor de madre.

Se hace de noche...

-Deberías quedarte esta noche conmigo- dijo la señora- es muy tarde y no es bueno que un niño de tu edad ande solo por las calles, podrían volver a raptarte

-Es usted muy amable, me siento muy agradecido con usted – responde Emilito- pero bueno solo por esta noche

-Sí, tenderé tu cama y ya mañana al amanecer iremos a buscar a tus padres – le dijo la señora

-Buenas noches, tenga usted dulces sueños – dijo Emilito

Amanece y Emilito muy contento desayuna y emprende su búsqueda al lado de la buena señora, él algo perdido decide preguntar a los vecinos para que lo ayuden a encontrar su casa, pero no logra localizar su casa. Emilito algo desesperado y después de tanto tiempo de buscar, decide regresar con la señora para la casa.

Al paso de un mes de estar viviendo con la señora, ella le propone a Emilito que intente ir a la escuela para que termine sus estudios, y como era de esperarse él aceptó.

Hacen el proceso de inscripción y al siguiente día Emilito ya está estudiando, y  entra a sexto grado. Siempre se había destacado por su buen desempeño escolar y en el nuevo colegio no fue la excepción, ocupó los primeros lugares en el transcurso de todos los años, y así se mantuvo hasta graduarse con honores en undécimo grado.

Luego de terminar sus estudios escolares, empezó su carrera universitaria en la que también obtuvo excelentes resultados. A causa de esto pudo acceder a una beca por promedio, era uno de los mejores en la facultad de Ingeniería Biológica, por medio de lo que ahorraba en la plata de la matrícula cada mes, ese dinero lo guardaba para comprarse ropa, alimento y lo utilizaba para el transporte.

Así fue en toda la carrera, manteniendo el promedio para que no le quitaran la beca. Al pasar ya los 9 semestres y graduarse, inmediatamente le ofrecieron trabajo, pues Emilito hizo muchos contactos al lapso de su vida universitaria. Él empezó a trabajar en el mejor laboratorio de Argentina, ganaba muy bien y llevó a vivir con él a la señora que por mucho tiempo estuvo a su lado apoyándolo.

Tuvo tanto éxito en su trabajo que le hacían reconocimiento en la televisión y fue gracias a este medio que los padres de él pudieron localizarlo después de  tanta búsqueda. El padre indagó cualquier apoyo económico para llegar hasta donde su hijo y efectivamente a la semana pudieron encontrarse, fue tan anhelado este encuentro que al principio solo habían lágrimas por doquier.

-¡Qué bien, después de tanto tiempo, volvemos a estar juntos! -dijo el padre-. ¡No sabes lo preocupados que estábamos por ti!

-¡Sí, padre, he vivido mil aventuras. ¡terminé mi escuela e hice un pre grado de Ingeniería Biológica y ahora estoy trabajando, todo me ha salido perfecto!

-Pero, ¿dónde habías estado?, yo te busqué por todos los rincones del pueblo y no te encontré.

-¡Ay, padre!, estuve en la casa del señor extraño, lejos de aquí, que por cierto le mentí para que me dejaran solo y así poder escapar. En el parque principal donde esta señora que me ha acompañado en todo mi proceso, ella muy amable me ofreció comida, atuendo, estudio y cariño. Ahora estoy por fin con ustedes.

Emilito después de tener una charla muy extensa con sus padres, les promete ir con ellos hasta la casa para acomodarlos bien, comprarles una mejor finca, dotarla con ganadería y sembrado, pues en lo que habían vivido por muchos años ya estaba estropeado y no eran las mejores condiciones para que ellos vivieran.

Los padres muy agradecidos con su hijo lo abrazaron y besaron con mucho cariño. Después de un tiempo, ellos al igual que su hijo subieron en la escala social y se dieron cuenta que al perseverar en todo se pueden lograr grandes cosas como lo hizo su hijo Emilito desde muy pequeño. 

Todos miran pero pocos son los que observan



El radiante sol que al trascurrir el tiempo se esconde y vuelve a aparecer, logró ser uno de los protagonistas al igual que un músico, muy particular, que se encontraba en toda la mitad de un puente de madera que une caminos, pero con sus muros divide la vegetación que se encuentra en el jardín.

El músico enfocado en la pandereta blanca que se encontraba entre sus piernas consiguió un sonido exclusivo por las pequeñas latas que tiene a su alrededor la pandereta. Tenía unas maracas en sus pies metidas entre los cordones de sus zapatos algo echados a perder, y lo más curioso era la destreza de interpretar el xilófono con su pie derecho sin ningún error en la partitura creada por él, tan interesante era ese acto que con el sonido de la agradable música iba atrayendo más personas, en especial a los niños que estaban muy contentos al poder tocar un instrumento, y la experiencia de por primera vez hacerlo era lo que los motivaba a quedarse con aquel personaje.

Todos los que llegaban al Jardín Botánico se sentaban alrededor de él, haciendo un círculo algo deforme, pero del cual salía música para el alma, predominando la clave de sol, como la mancha redonda que está pintada en el cielo que nos cubre.

En el jardín no existe ruido molesto, ni personas intranquilas, solo existe aire fresco para respirar, fresco como el agua que pasaba por debajo del puente en forma de quebrada, que quizás estaba conectado con el agua helada donde se encontraban los patos, predominando el color blanco entre el negro de las plumas de estos. Lo único que se escuchaba en este lugar eran los diversos instrumentos, xilófonos, armónicas, panderetas, maracas, acordeones, entre otros, todos estos se fusionan para lograr un sonido lleno de paz, que nos lleva a otra dimensión en la que se respira el arte y la naturaleza.

Siendo las 3:50 p.m. se acaba la función y el músico se despide de manera muy formal y con la sonrisa de oreja a oreja que lo caracteriza, diciendo como en una obra de teatro “nos veremos en el próximo capítulo”. 

Todos mienten



Andrea Pineda Olave y Santiago Rúa Correa 

La vida de Charles llevaba un año de ser monótona. Lo sabía porque el calendario ya marcaba el 18 de febrero, misma fecha en la que el año pasado había ingresado a su nueva vida, y con ella, en una línea imperturbable de sucesos diarios iguales que le hastiaban y le hacían sentir encerrado.

Todos los días el amanecer llegaba, traspasaba por su ventana que le rozaba en la cara. Se tenía que poner sus gruesos lentes para poder descifrar todo su alrededor, ya que nunca recordaba  dónde quedaba cada cosa en su habitación pues tenía muy mala memoria. Se arreglaba, se vestía de forma ordenada, y justo, cuando el sol del amanecer cambiaba su naranjado color por un amarillo intenso y se trasladaba de dirección alumbrando justo a su puerta, Charles la abría y salía antes de que alguien más la abriera por él. Pocas veces se despedía de su familia antes de salir, pues por esas horas ya nadie estaba en casa. Es más; pocas veces alguien estaba en casa.

Llegaba a su trabajo y hablaba con pocas personas, no le gustaba interactuar con aquellas caras largas y pálidas que parecían enfermas en los pasillos. A la hora del almuerzo buscaba el lugar más apartado de todo el comedor y solo hablaba con sus jefes. Y eso que, también era cuidadosamente selectivo con ellos puesto que hace meses se había dado cuenta de los rumores que entre ellos susurraban. Rumores de los cuales el mismo era el protagonista. Si había algo que odiaba era la gente chismosa, desde algunos de sus jefes hasta los mismos guardias de seguridad que pasaban por el edificio, sin olvidar a sus propios compañeros, todos ellos hacían pequeñas calumnias en su contra y él lo sabía, así que se dedicaba solo a cumplir con su oficio y tan pronto llegaba la noche, volvía a su cama en un ambiente gris lleno de aburrimiento que consumía su vida cada día más. Solo cuando su familia lo acompañaba era que su actitud lóbrega y vacía, cambiaba. Los murmullos y la monotonía desaparecían a la hora de hablar con ellos, su tesoro. Los únicos que no lo juzgaban.

Si bien algo le había quedado claro en el tiempo en el que llevaba trabajando en aquel lugar era que los dirigentes lo único que querían era un perfecto sistema sin grietas ni eventos que alteraran el orden. La trivialización era elemental en aquel edificio. Si perturbabas las normas había graves consecuencias, así que la mejor manera de sobrevivir era eso: ser un autómata gris sin expresiones que abría la puerta cuando amanecía, cumplía su deber y cerraba la puerta cuando caía la noche. Era esa puerta la única que se movía sin preocupación. A veces la envidiaba y se quedaba observándola varios minutos, como si deseara ser aquel objeto inanimado sin problemas, sin pensar ni recordar nada.

De hecho había llegado a la conclusión, consigo mismo, de que ese era su trabajo: no causar problemas. Quedarse callado, cumplir con lo que le decían, participar de las actividades, estar en una oficina con un hombre haciéndole preguntas que él no entendía, ese era el protocolo que debía seguir. Y ese siempre fue el plan hasta aquel 18 de febrero cuando algo ocurrió, la gota que rebasó el vaso y desató su ira.

En el comedor uno de sus compañeros empezó a desacreditar y calumniarlo con rumores sin sentido sobre él y su familia. La tribulación de no poder verlos siempre en combinación con el desprecio que le tenía a los falsos rumores, hizo que se abalanzara salvajemente contra aquel hombre y lo golpeara con todas sus fuerzas para darle una lección. Ese era el nuevo plan, pero su contrincante se defendió de tal forma que Charles tuvo que usar más fuerza de la normal, tanto que le rompió el cráneo contra las brillantes baldosas del comedor. Los guardias lo neutralizaron y lo arrastraron violentamente por el comedor, mientras a sus ojos se le hacía cada vez más lejana la imagen de aquel mentiroso con su cráneo partido contra el suelo, hasta que por fin aquella cabeza, con un mar de sangre tras de ella, siendo atendida por los médicos, dejó de verse.

Injusto era que inventara semejantes acusaciones contra él, pero más injusto era que por su culpa lo encerraran a él, en el cuarto de castigo del edificio, ya  que únicamente había sido provocado.

Le colocaron el uniforme correspondiente para aquellos que afectaban la convivencia y después lo tiraron como un animal a aquel cuarto. Odiaba ese cuarto, sus paredes blancas, su piso blanco, el techo blanco… Era imposible no volverse loco allí. Pero lo que más odiaba, sin duda, de aquel cubículo era que absolutamente todo era acolchado.

Y ahí, recostado en las paredes blancas acolchadas, con aquella camisa de fuerza que le impedía mover los brazos, empezó a reflexionar y a preguntarse a sí mismo muchas cosas. ¿Por qué todos en aquel lugar rumoreaban sobre que él le había hecho daño a su familia? ¿Por qué decían que él los había matado? Si él jamás había hecho algo así. Sabía que había cometido un error, no fue correcto haberlos disciplinado de esa forma. Recuerda su ataque de ira, oyendo voces por todas partes que lo incitaban a ver la sangre de sus seres queridos. Recuerda las alucinaciones, la irrealidad de sí mismo. Recuerda el cuchillo de su cocina y los gritos, cuando los niños dejaron de jugar y sus miradas se clavaban en su padre, expectantes de lo que iba a ocurrir, para ese entonces, su mujer estaba en la cama del piso de arriba, con heridas que él le propinó y de seguro tratando de arrastrarse.

Recuerda todo eso muy bien pero sabe que no hizo nada malo, quizás se le pasó la mano pero él no les hizo daño, solo les quería dar una lección porque no lo comprendían. Él no estaba loco, ellos eran los que lo creían. No quería que cada día la cara de horror de su mujer lo despertara, no quería que aquellos papeles de divorcio que encontró en el armario fueran a cumplirse. No quería perder a sus hijos porque ella se los llevaría por falsas acusaciones. El cuchillo les daría una lección por ser tan malos con él.

Para cuando la noche empezó a caer, empezó a recordar lo que pasó después. Las sirenas sonaron y unos agentes llegaron a su casa y lo maltrataron al ver la escena. Lo esposaron y pasó en una jaula en quién sabe cuántos días hasta que después varios hombres lo trasladaron a aquel edificio, a su nuevo trabajo de seguro, pensó, y así fue. Pero él no quería ir, se resistió hasta que poco a poco se adormeció gracias a unas medicaciones. Cuando despertó ya tenía un cuarto propio y una bella puerta que se iluminaba con la luz del sol y de la luna.

Quizás había obrado mal, pero era mentira lo que todos murmuraban acerca de lo ocurrido. Porque, ¿si los había matado, quienes eran  los que lo visitaban y le hablaban?

Su familia estaba bien, a veces aparecían de la nada y jugaban con él por las noches. Sus hijos les sonreían y su mujer lo abrazaba y le decía con una dulce voz que lo amaba y que la perdonara por la incomprensión. Ellos estaban felices y lo visitaban a menudo, pero cuando algún enfermero o guardia entraba a su habitación, ellos se escondían, por eso muchos creían que hablaba solo y que estaba loco. Le parecía todo eso injusto pero nadie confiaba en él e inventaban historias absurdas. Veían como asesinato y daño a lo que en verdad era una simple lección como padre y esposo ejemplar.

Lo que más le dolía de todo esto era que un acto de ira o descontrol significaba vigilancia total. Lo cual implicaba que los guardias y enfermeros estarían tras suyo las 24 horas. Eso incluía abrir su puerta en las mañanas y cerrarla en la noche. Le quitarían su única libertad, el único símbolo propio le sería arrebatado, quién sabe por cuánto y todo por culpa de las mentiras que hasta los mismos enfermeros y sicólogos creían. Él era una víctima a la cual querían manchar como victimario. Como un verdugo capaz de mancharse con la sangre de sus seres amados. Pero las injusticias en este mundo a veces hay que soportarlas… a veces con amargura, mordiéndose los labios y quizás… Con algunas lágrimas en el rostro.

Iban a quitarle ese único momento de libertad que tenía, el decidir en qué momento abrir la puerta y en qué momento cerrarla. Esa dosis anárquica en la que él podía decidir por sí mismo salir a aquel gris y enfermo mundo lleno de gente pálida y sin ilusiones. Y no iba a permitir que ese atropello se prolongara.

Tendría que actuar de forma calmada y arrepentida. Como si estuviera admitiendo que hizo algo malo al defenderse de las mentiras. Quizás siguiéndoles el juego a todos ellos, lo dejarían en paz. Solo él sabía que su familia estaba bien y eso era lo que importaba. Haciendo lo que le ordenaban, mostrándose cooperador con el siquiatra que también estaba en su contra, y durmiendo tranquilo en aquel cuarto acolchado, solo así lograría obtener otra vez aquella privacidad que le habían denegado injustamente.

Luego, al ver la culpa y cooperación de Charles. En pocos días volverían a verlo como un paciente simple y sin nada particular. Solo otro loco más entre tantos, una gota más en un mar de enfermedades mentales y actos repugnantes que hicieron que las demás gotas también fueran aisladas del mundo. Entonces solo ahí le dejarían volver a su cuarto. Y entonces podría jugar toda la noche con sus seres queridos que aparecerían de la nada algún día de estos. Abrazaría a su mujer frente a la ventana mientras los niños jugarían, después les leería un cuento y cuando deban irse, se esfumaran todos. Entonces dormirá.

Llegará el amanecer, abrirá él solo la puerta y será un nuevo día. Entonces todo volverá a ser normal, como él.