miércoles, 8 de mayo de 2013
Panel de emociones y risas encontradas
Era una tarde fría y
lluviosa la del pasado miércoles 17 de abril. A las 2:00 p.m. al auditorio del bloque
38 llegaron muy temprano los estudiantes del pregrado de Comunicación Social
para asistir a Panel de Cibermedios. El frío no fue obstáculo para que unas ciento
cincuenta personas hicieran filas muy largas para poder ingresar y escuchar a dos
personajes de Telemedellín.
Los técnicos ya
tenían preparado los equipos en la tarima para brindar al público el evento tan
esperado. Los estudiantes empezaron a ubicarse de forma ordenada en cada una de
las sillas, pero en esta ocasión fue tanta la asistencia que no alcanzaron los
asientos y algunos optaron por sentarse en las gradas. Solo restaba que los
invitados subieran al escenario. Y no se hicieron esperar mucho, luego de
quince minutos, a las dos y quince de la tarde, la conferencia empezó con la emoción
de los presentes en aquel lugar.
El lugar se
encontraba bien iluminado, para así poder obtener una buena calidad en el video
y mostrar cada detalle de los invitados. Al fondo de la tarima, se encontraban
sentados los conferencistas en dos grandes sillones, uno azul intenso y el otro
naranja, algo opaco. En uno de ellos estaba Yan Camilo Vergara, director de la
Agencia Digital Grupo Videobase, y en el otro Fabián Berrío Velásquez, director
de programación de Telemedellín. Detrás de las flores que adornaban el sitio,
de los dos sillones y de las dos cámaras que registraban todo el evento, estaba
una pantalla donde proyectaban el complemento de la conferencia y en esta misma
la audiencia tenía la posibilidad de observar las preguntas y comentarios que
hacían los espectadores por medio de la red social Twitter.
A medida que pasaba
el tiempo, los conferencistas hablaban acerca de los proyectos que habían desarrollado
con el canal Telemedellín y el proceso por el cual habían tratado de modificar
la televisión pública. En medio de la conferencia varios de los estudiantes se
empezaron a salir, algunos regresaban y otros se iban sin intenciones de
volver. Había ciertos grupos de los que quedaron dentro del recinto que solo permanecían allí
pendientes de sus celulares, ipads, ipods, portátiles y/o tablets, dando a
entender que no les interesaban lo que Yan Camilo y Fabián decían, simplemente
estaban ahí por cumplir con una asistencia académica, pero también otra gran
cantidad de personas estuvieron muy
interesados por el tema expuesto y lo demostraban al tomar nota de todo lo
importante que decían.
Al termino del
evento, todo el auditorio comenzó a llenarse de risas de los mismos asistentes,
a raíz de varios tweets publicados por diversos estudiantes. Uno muy particular
fue: “¡MIRA MAMÁ ESTOY EN LA PANTALLA!”, escrito por @MurkyRua, Santiago Rúa,
estudiante del pregrado de Comunicación Social, este fue capaz de atraer a cada
una de las personas presentes. Así como este tweet tuvo un protagonismo fuerte,
lo fueron otros de tweets también bastantes llamativos. Luego de este momento
de risas y hasta lágrimas causadas con las mismas carcajadas, volvió el tiempo
de seguir poniendo atención a los conferencistas y a los temas expuestos por
ellos mismos.
Siendo ya las 4:00
p.m. uno de los presentadores dan a entender que se está culminando el evento,
los invitados especiales se despiden de manera amable y agradeciendo a la
audiencia por la participación y la atención prestada en todo el evento. Los
asistentes se levantaron de los asientos y salen de forma ordenada y así iba
quedando el lugar vacío como antes estaba, en tanto que los encargados del
lugar se ubicaban para comenzar a organizar la Ceremonia de premiación
IX Versión de Periodistas en la Carrera 2012 ¡Qué viva la música!, el cual era
el evento siguiente de ese día.
jueves, 2 de mayo de 2013
Crónica de una muerte anunciada
1. El libro Crónica de una muerte
anunciada trata sobre un anuncio, el de la muerte de Santiago Nasar. Este
acontecimiento se da porque Bayardo San Román descubre que su prometida Angela
Vicario ya no era virgen justo después de la boda, él, muerto de la ira, la
devuelve para la casa de sus padres donde su madre la ataca a golpes y le exige
que le diga quién había sido. Ella, con mucho temor, mira para todos lados y el
único que se le viene a la mente es Santiago Nasar. De ahí surgió todo, pues
los hermanos de ella, Pablo y Pedro Vicario se enfurecen y deciden buscarlo por
todos lados para matarlo por todo la desdicha que causó en la familia Vicario.
Todo
el pueblo estaba enterado de lo que los hermanos Vicario querían hacerle a
Santiago Nasar. Pero, valga la aclaración, que él no estaba enterado de
absolutamente nada de lo pensado por ellos. Santiago caminaba por todo el
pueblo sin preocupaciones, pues ese día era la llegada del obispo y estaba muy
emocionado como el resto de población.
Los
hermanos Vicario planeaban y planeaban, pero casi nunca encontraban a Santiago
en su casa o no lo veían a las afueras. Hasta que llegó el momento preciso de
hacerlo. Ya en varias ocasiones le habían insinuado algo sobre su asesinato,
pero él ignoraba por completo ese tipo de comentarios, pues se le hacía
imposible que lo fueran a matar, cuando iba camino a su casa, vio que Pedro y
Pablo Vicario lo estaban persiguiendo con dos filosos cuchillos dispuestos a
asesinarlo, Santiago no alcanzó a entrar a su casa y ahí fue donde lo mataron
salvajemente.
La
página La2revelación informó que: “El mencionado título se puede considerar
como un digno representante de esa apertura literaria producida hace setenta
años atrás, tanto en los recursos que emplea como en su trama. Dejando de lado todo
tipo de convencionalismo europeo, la narrativa latinoamericana se orientó
principalmente en hablar sobre las costumbres de la región”.
En
segundo lugar, según Wikipedia, “la
historia contada se inspira en un suceso real, ocurrido en 1951,
del que el autor tomó la acción central (el crimen), los protagonistas, el
escenario y las circunstancias, alterándolo narrativamente, pero sin descuidar
nunca los datos y las precisiones obligadas en toda crónica periodística”.
2. El
autor de Crónica de una muerte anunciada es Gabriel García Márquez, publicado
por primera vez en 1981. Gabriel García Márquez nació en Aracata, Colombia, el
6 de marzo de 1927, es un escritor, novelista, cuentista, guionista y
periodista colombiano. Gabriel García Márquez recibió el Premio Nobel de
Literatura en 1982, pues una de sus obras más reconocidas Cien años de soledad,
es considerada una de las más representativas y gracias a ella a abarcado
bastante camino literario.
3. La novela se torna
muy llamativa en el momento en que es imposible acceder a los hechos verdaderos
de la muerte de Santiago Nasar, pues nos somete a una serie de interrogantes
que son la clave del éxito de esta novela. Aunque desde que se empieza a leer
el libro se sabe lo que va a pasar, esto lo hace aún más interesante, porque es
este capaz de consumirnos en la trama.
Este
libro me hizo pensar y sentir. Al saber que todos en el pueblo sabían las
intenciones de los hermanos Vicario, pero ninguno le avisó ni impidió la muerte
a Santiago, por el hecho de que pensaban que todo era un juego de borrachos, es
algo demasiado incoherente, pues ante todo debe existir la solidaridad entre
una comunidad pequeña como lo es un pueblo.
Por
último, hago énfasis en la descripción tan precisa de los personajes y la
manera tan fascinante como se refiere a Angela Vicario al final de la novela,
pues es tan amable cuando cuenta con el narrador ya después de 23 años ocurrida
la muerte, la realidad de cómo sucedieron las cosas y la causa final de la
muerte de Santiago Nasar.
miércoles, 1 de mayo de 2013
Emilito
-¡Señor, tú que todo lo puedes, concédenos el milagro de que mi mujer quede embarazada y traiga a nuestro hogar un hijo… -Reza él-.
-¡Señor escucha nuestras oraciones! –dice la mujer suspirando-. Si por lo menos tuviéramos uno, solo uno con el cual compartir momentos y vivir al lado su niñez, guiarlo y aconsejarlo, seríamos felices y lo querríamos de todo corazón.
Y entonces sucedió un milagro, la mujer comenzó a tener mareos y, después de nueve meses, dio a luz a un niño completamente sano y lleno mucha alegría para ellos.
-Es un milagro, por fin lo tenemos junto a nosotros. Va ser nuestro hijo querido, lo llamaremos Emilito.
Al transcurrir el tiempo, Emilito fue conociendo muchas personas, niños, adultos, ancianos, cualquier persona que pasara por su lado, él muy cordialmente los saludaba y entablaban conversación.
Emilito y sus amigos, una tarde como cualquier otra, inician una increíble travesía. Todos deciden acampar en la mitad del bosque. Y así fue, emprendieron el camino y al llegar armaron sus chozas, prendieron fuego para calmar el frío y como es esencial empezaron a contar historias de terror en esa noche oscura y tenebrosa.
Siendo la media noche, un señor con un bastón y un gran sombrero se acerca a Emilito con mucha discreción, pues le parecía un niño supremamente inteligente con el cual podía ganar mucha plata. En ese momento, el señor lo rapta y se pierde en la completa oscuridad. Los amigos de Emilito, se dirigen muy desesperados a buscar al papá de él, a contarle todo lo que había acontecido, ellos muy preocupados, salen a buscarlo con las antorchas encendidas, pero no logran encontrarlo por ningún lugar.
Emilito, utilizaba su poca estatura para esconderse del señor extraño, tenía mucho miedo pero al pasar varios días ingeniaba cómo salir o cómo convencer al señor de que lo dejara ir con su familia y amigos.
-Señor, ¿desearía usted negociar conmigo? - Le preguntó Emilito
-Usted solo tiene diez años, ¿qué va a saber de negocios? –respondió el señor
-Quiere ganar dinero fácil y rápido? –Le dijo Emilito
-Sí -respondió el señor
El señor se quitó el sombrero y escuchó a Emilito su plan para él ganar dinero fácil y rápido. Emilito comenzó a contarle dónde se encontraba un baúl con bastante dinero, le dijo que estaba precisamente donde él y sus amigos acampaban aquella noche, el señor muy entusiasmado, llama a sus trabajadores para que vayan a buscar el baúl que traería felicidad y mucha riqueza.
Emilito, al mentirle sobre la ubicación y la existencia del cofre, aprovecha que no hay nadie en la casa y se escapa, en ese momento se encuentra con una señora, la cual tiene una venta de frutas cerca al parque principal del pueblo, la señora se compadece de él y lo llama, le ofrece algo de comida y de vestir. Él acepta la invitación y se queda un buen rato con la señora, le cuenta todo lo que le había pasado y siente en ella un amor y calor de madre.
Se hace de noche...
-Es usted muy amable, me siento muy agradecido con usted – responde Emilito- pero bueno solo por esta noche
-Sí, tenderé tu cama y ya mañana al amanecer iremos a buscar a tus padres – le dijo la señora
-Buenas noches, tenga usted dulces sueños – dijo Emilito
Amanece y Emilito muy contento desayuna y emprende su búsqueda al lado de la buena señora, él algo perdido decide preguntar a los vecinos para que lo ayuden a encontrar su casa, pero no logra localizar su casa. Emilito algo desesperado y después de tanto tiempo de buscar, decide regresar con la señora para la casa.
Al paso de un mes de estar viviendo con la señora, ella le propone a Emilito que intente ir a la escuela para que termine sus estudios, y como era de esperarse él aceptó.
Hacen el proceso de inscripción y al siguiente día Emilito ya está estudiando, y entra a sexto grado. Siempre se había destacado por su buen desempeño escolar y en el nuevo colegio no fue la excepción, ocupó los primeros lugares en el transcurso de todos los años, y así se mantuvo hasta graduarse con honores en undécimo grado.
Luego de terminar sus estudios escolares, empezó su carrera universitaria en la que también obtuvo excelentes resultados. A causa de esto pudo acceder a una beca por promedio, era uno de los mejores en la facultad de Ingeniería Biológica, por medio de lo que ahorraba en la plata de la matrícula cada mes, ese dinero lo guardaba para comprarse ropa, alimento y lo utilizaba para el transporte.
Así fue en toda la carrera, manteniendo el promedio para que no le quitaran la beca. Al pasar ya los 9 semestres y graduarse, inmediatamente le ofrecieron trabajo, pues Emilito hizo muchos contactos al lapso de su vida universitaria. Él empezó a trabajar en el mejor laboratorio de Argentina, ganaba muy bien y llevó a vivir con él a la señora que por mucho tiempo estuvo a su lado apoyándolo.
Tuvo tanto éxito en su trabajo que le hacían reconocimiento en la televisión y fue gracias a este medio que los padres de él pudieron localizarlo después de tanta búsqueda. El padre indagó cualquier apoyo económico para llegar hasta donde su hijo y efectivamente a la semana pudieron encontrarse, fue tan anhelado este encuentro que al principio solo habían lágrimas por doquier.
-¡Qué bien, después de tanto tiempo, volvemos a estar juntos! -dijo el padre-. ¡No sabes lo preocupados que estábamos por ti!
-¡Sí, padre, he vivido mil aventuras. ¡terminé mi escuela e hice un pre grado de Ingeniería Biológica y ahora estoy trabajando, todo me ha salido perfecto!
-Pero, ¿dónde habías estado?, yo te busqué por todos los rincones del pueblo y no te encontré.
-¡Ay, padre!, estuve en la casa del señor extraño, lejos de aquí, que por cierto le mentí para que me dejaran solo y así poder escapar. En el parque principal donde esta señora que me ha acompañado en todo mi proceso, ella muy amable me ofreció comida, atuendo, estudio y cariño. Ahora estoy por fin con ustedes.
Emilito después de tener una charla muy extensa con sus padres, les promete ir con ellos hasta la casa para acomodarlos bien, comprarles una mejor finca, dotarla con ganadería y sembrado, pues en lo que habían vivido por muchos años ya estaba estropeado y no eran las mejores condiciones para que ellos vivieran.
Los padres muy agradecidos con su hijo lo abrazaron y besaron con mucho cariño. Después de un tiempo, ellos al igual que su hijo subieron en la escala social y se dieron cuenta que al perseverar en todo se pueden lograr grandes cosas como lo hizo su hijo Emilito desde muy pequeño.
Se hace de noche...
Todos miran pero pocos son los que observan
El
radiante sol que al trascurrir el tiempo se esconde y vuelve a aparecer, logró
ser uno de los protagonistas al igual que un músico, muy particular, que se
encontraba en toda la mitad de un puente de madera que une caminos, pero con
sus muros divide la vegetación que se encuentra en el jardín.
El
músico enfocado en la pandereta blanca que se encontraba entre sus piernas consiguió
un sonido exclusivo por las pequeñas latas que tiene a su alrededor la
pandereta. Tenía unas maracas en sus pies metidas entre los cordones de sus
zapatos algo echados a perder, y lo más curioso era la destreza de interpretar
el xilófono con su pie derecho sin ningún error en la partitura creada por él,
tan interesante era ese acto que con el sonido de la agradable música iba atrayendo
más personas, en especial a los niños que estaban muy contentos al poder tocar
un instrumento, y la experiencia de por primera vez hacerlo era lo que los
motivaba a quedarse con aquel personaje.
Todos
los que llegaban al Jardín Botánico se sentaban alrededor de él, haciendo un
círculo algo deforme, pero del cual salía música para el alma, predominando la
clave de sol, como la mancha redonda que está pintada en el cielo que nos cubre.
En el
jardín no existe ruido molesto, ni personas intranquilas, solo existe aire
fresco para respirar, fresco como el agua que pasaba por debajo del puente en
forma de quebrada, que quizás estaba conectado con el agua helada donde se
encontraban los patos, predominando el color blanco entre el negro de las
plumas de estos. Lo único que se escuchaba en este lugar eran los diversos
instrumentos, xilófonos, armónicas, panderetas, maracas, acordeones, entre
otros, todos estos se fusionan para lograr un sonido lleno de paz, que nos
lleva a otra dimensión en la que se respira el arte y la naturaleza.
Siendo
las 3:50 p.m. se acaba la función y el músico se despide de manera muy formal y
con la sonrisa de oreja a oreja que lo caracteriza, diciendo como en una obra
de teatro “nos veremos en el próximo capítulo”.
Todos mienten
Andrea Pineda Olave y Santiago
Rúa Correa
La vida de Charles
llevaba un año de ser monótona. Lo sabía porque el calendario ya marcaba el
18 de febrero, misma fecha en la que el año pasado había ingresado a su nueva
vida, y con ella, en una línea imperturbable de sucesos diarios iguales que le
hastiaban y le hacían sentir encerrado.
Todos los días el
amanecer llegaba, traspasaba por su ventana que le rozaba en la cara. Se tenía
que poner sus gruesos lentes para poder descifrar todo su alrededor, ya que
nunca recordaba dónde quedaba cada cosa en su habitación pues tenía muy mala
memoria. Se arreglaba, se vestía de forma ordenada, y justo, cuando el sol del
amanecer cambiaba su naranjado color por un amarillo intenso y se trasladaba de
dirección alumbrando justo a su puerta, Charles la abría y salía antes de que
alguien más la abriera por él. Pocas veces se despedía de su familia antes de
salir, pues por esas horas ya nadie estaba en casa. Es más; pocas veces alguien
estaba en casa.
Llegaba a su trabajo
y hablaba con pocas personas, no le gustaba interactuar con aquellas caras
largas y pálidas que parecían enfermas en los pasillos. A la hora del almuerzo
buscaba el lugar más apartado de todo el comedor y solo hablaba con sus jefes.
Y eso que, también era cuidadosamente selectivo
con ellos puesto que hace meses se había dado cuenta de los rumores que entre
ellos susurraban. Rumores de los cuales el mismo era el protagonista. Si había
algo que odiaba era la gente chismosa, desde algunos de sus jefes hasta los
mismos guardias de seguridad que pasaban por el edificio, sin olvidar a sus
propios compañeros, todos ellos hacían pequeñas calumnias en su contra y él lo
sabía, así que se dedicaba solo a cumplir con su oficio y tan pronto llegaba la
noche, volvía a su cama en un ambiente gris
lleno de aburrimiento que consumía su vida cada día más. Solo cuando su familia
lo acompañaba era que su actitud lóbrega y vacía, cambiaba. Los murmullos y la monotonía desaparecían a la hora de hablar con
ellos, su tesoro. Los únicos que no lo juzgaban.
Si bien algo le había
quedado claro en el tiempo en el que llevaba trabajando en aquel lugar era que
los dirigentes lo único que querían era un perfecto sistema sin grietas ni
eventos que alteraran el orden. La trivialización era elemental en aquel
edificio. Si perturbabas las normas había graves consecuencias, así que la
mejor manera de sobrevivir era eso: ser un autómata gris sin expresiones que
abría la puerta cuando amanecía, cumplía su deber y cerraba la puerta cuando
caía la noche. Era esa puerta la única que se movía sin preocupación. A veces
la envidiaba y se quedaba observándola varios minutos, como si deseara ser
aquel objeto inanimado sin problemas, sin pensar ni recordar nada.
De hecho había llegado
a la conclusión, consigo mismo, de que ese era su trabajo: no causar problemas.
Quedarse callado, cumplir con lo que le decían, participar de las actividades, estar
en una oficina con un hombre haciéndole preguntas que él no entendía, ese era
el protocolo que debía seguir. Y ese siempre fue el plan hasta aquel 18 de
febrero cuando algo ocurrió, la gota que rebasó el vaso y desató su ira.
En el comedor uno de
sus compañeros empezó a desacreditar y calumniarlo con rumores sin sentido sobre él y su familia. La tribulación de no poder verlos siempre en
combinación con el desprecio que le tenía a los falsos rumores, hizo que se
abalanzara salvajemente contra aquel hombre y lo golpeara con todas sus fuerzas
para darle una lección. Ese era el nuevo plan, pero su contrincante se defendió
de tal forma que Charles tuvo que usar más fuerza de la normal, tanto que le
rompió el cráneo contra las brillantes baldosas del comedor. Los guardias lo
neutralizaron y lo arrastraron violentamente por el comedor, mientras a sus ojos
se le hacía cada vez más lejana la imagen de aquel mentiroso con su cráneo
partido contra el suelo, hasta que por fin aquella cabeza, con un mar de sangre
tras de ella, siendo atendida por los médicos,
dejó de verse.
Injusto era que
inventara semejantes acusaciones contra él, pero más injusto era que por su
culpa lo encerraran a él, en el cuarto de castigo del edificio, ya que únicamente había sido provocado.
Le colocaron el
uniforme correspondiente para aquellos que afectaban la convivencia y después lo
tiraron como un animal a aquel cuarto. Odiaba ese cuarto, sus paredes blancas,
su piso blanco, el techo blanco… Era imposible no volverse loco allí.
Pero lo que más odiaba, sin duda, de aquel cubículo era que absolutamente todo
era acolchado.
Y ahí, recostado en
las paredes blancas acolchadas, con aquella camisa de fuerza que le impedía
mover los brazos, empezó a reflexionar y a preguntarse a sí mismo muchas cosas.
¿Por qué todos en aquel lugar rumoreaban sobre que él le había hecho daño a su
familia? ¿Por qué decían que él los había matado? Si él jamás había hecho algo
así. Sabía que había cometido un error, no fue correcto haberlos disciplinado
de esa forma. Recuerda su ataque de ira, oyendo voces por todas partes que lo
incitaban a ver la sangre de sus seres queridos. Recuerda las alucinaciones, la
irrealidad de sí mismo. Recuerda el cuchillo de su cocina y los gritos, cuando
los niños dejaron de jugar y sus miradas se clavaban en su padre, expectantes
de lo que iba a ocurrir, para ese entonces, su mujer estaba en la cama del piso
de arriba, con heridas que él le propinó y de seguro tratando de arrastrarse.
Recuerda todo eso muy
bien pero sabe que no hizo nada malo, quizás se le pasó
la mano pero él no les hizo daño, solo les quería dar una lección porque no lo
comprendían. Él no estaba loco, ellos eran los que lo creían. No quería que
cada día la cara de horror de su mujer lo despertara, no quería que aquellos
papeles de divorcio que encontró en el armario fueran a cumplirse. No quería
perder a sus hijos porque ella se los llevaría por falsas acusaciones. El
cuchillo les daría una lección por ser tan malos con él.
Para cuando la noche empezó a caer, empezó a recordar lo que pasó después. Las sirenas sonaron y unos agentes
llegaron a su casa y lo maltrataron al ver la escena. Lo esposaron y pasó en
una jaula en quién sabe cuántos días hasta que después varios hombres lo
trasladaron a aquel edificio, a su nuevo trabajo de seguro, pensó, y así fue.
Pero él no quería ir, se resistió hasta que poco a poco se adormeció gracias a
unas medicaciones. Cuando despertó ya tenía un cuarto propio y una bella puerta
que se iluminaba con la luz del sol y de la luna.
Quizás había obrado
mal, pero era mentira lo que todos murmuraban acerca de lo ocurrido. Porque, ¿si
los había matado, quienes eran los que
lo visitaban y le hablaban?
Su familia estaba
bien, a veces aparecían de la nada y jugaban con él por las noches. Sus hijos les
sonreían y su mujer lo abrazaba y le decía con una dulce voz que lo amaba y que
la perdonara por la incomprensión. Ellos estaban felices y lo visitaban a
menudo, pero cuando algún enfermero o guardia entraba a su habitación, ellos se
escondían, por eso muchos creían que hablaba solo y que estaba loco. Le parecía
todo eso injusto pero nadie confiaba en él e inventaban historias absurdas.
Veían como asesinato y daño a lo que en verdad era una simple lección como
padre y esposo ejemplar.
Lo que más le dolía
de todo esto era que un acto de ira o descontrol significaba vigilancia total.
Lo cual implicaba que los guardias y enfermeros estarían tras suyo las 24
horas. Eso incluía abrir su puerta en las mañanas y cerrarla en la noche. Le
quitarían su única libertad, el único símbolo propio le sería arrebatado, quién sabe por cuánto y todo por culpa de las
mentiras que hasta los mismos enfermeros y sicólogos creían. Él era una víctima
a la cual querían manchar como victimario. Como un verdugo capaz de mancharse
con la sangre de sus seres amados. Pero las injusticias en este mundo a veces
hay que soportarlas… a veces con amargura, mordiéndose los labios y quizás… Con
algunas lágrimas en el rostro.
Iban a quitarle ese
único momento de libertad que tenía, el decidir en qué momento abrir la puerta
y en qué momento cerrarla. Esa dosis anárquica en la que él podía decidir por
sí mismo salir a aquel gris y enfermo mundo lleno de gente pálida y sin ilusiones.
Y no iba a permitir que ese atropello se prolongara.
Tendría que actuar de
forma calmada y arrepentida. Como si estuviera admitiendo que hizo algo malo al
defenderse de las mentiras. Quizás siguiéndoles el juego a todos ellos, lo
dejarían en paz. Solo él sabía que su familia estaba bien y eso era lo que
importaba. Haciendo lo que le ordenaban, mostrándose cooperador con el siquiatra
que también estaba en su contra, y durmiendo tranquilo en aquel cuarto
acolchado, solo así lograría obtener otra vez aquella privacidad que le habían
denegado injustamente.
Luego, al ver la
culpa y cooperación de Charles. En pocos días volverían a verlo como un
paciente simple y sin nada particular. Solo otro loco más entre tantos, una
gota más en un mar de enfermedades mentales y actos repugnantes que hicieron
que las demás gotas también fueran aisladas del mundo. Entonces solo ahí le
dejarían volver a su cuarto. Y entonces podría jugar toda la noche con sus
seres queridos que aparecerían de la nada algún día de estos. Abrazaría a su mujer
frente a la ventana mientras los niños jugarían, después les leería un cuento y
cuando deban irse, se esfumaran todos. Entonces dormirá.
Llegará el amanecer, abrirá
él solo la puerta y será un nuevo día. Entonces todo volverá a ser normal, como
él.
sábado, 9 de febrero de 2013
Mi huella, mi felicidad, mi presente.
Nací el 20 de julio de 1995 en Barrancabermeja, Santander. Mi vida más que todo se centra cuando ingresé e el año 2005 a cursar cuarto grado en el Colegio Luis López de Mesa. Estaba acostumbrada a estar en un colegio cerrado, sin naturaleza a su alrededor en pocas palabras “una cárcel”, lo contrario de lo que es el Luis López, un espacio abierto, libre y lleno de vegetación, su aspecto campestre recoge alegría, pasión y diversidad, lo cual nos hace sentir como en casa.
Al llegar al colegio me sentía intimidada, pero las ganas de conocer un mundo nuevo y diferentes personas le ganaron a ese sentir, varias de ellas me brindaron sus experiencias y vivencias, estar allá era realmente satisfactorio. Poco a poco, al transcurrir los años me llené de valor para enfrentar distintas formas de ser.
Mi grupo de
clase siempre se caracterizó por la unión. Nos colaborábamos en todo y casi
nunca había discusiones por la toma de alguna discusión, con esto que les
escribo pensarán que fue un grupo de amor y paz, pero no es así, en algunas
ocasiones como es casual en cualquier círculo social, las personas tienen altibajos, lo cual causa pelea y como
consecuencia se daña o se deja de hablar con esa persona por bastante tiempo,
al poner esto en paralelo con otra situación, lo describiría como un par de
hermanos peleando por el sabor de un litro de helado o por mudas de ropa que
tal vez le compraron a uno y al otro no. Sí, mi grupo fue así, lleno de
altibajos pero sobre todas las cosas fuimos una familia.
Como en todo
colegio era habitual ver llegar compañeros nuevos a sexto grado y así
sucesivamente. Mi mejor año, y yo creo que el de muchos, fue undécimo, porqué
en su totalidad vivimos momentos de los que recordaremos siempre. A veces las
cosas no salían como se planeaban, pero siempre había plan b, nunca nos
quedábamos embarcados en un problema.
Llega el momento
de recordar a mis profesores, de ellos aprendí desde la cátedra hasta cómo
coger e interpretar un instrumento, cada uno se convirtió en una pieza
fundamental para mí vida escolar y personal. No siendo más yo creo que en esto
quedó plasmada mi travesía en el colegio.
Después de mi
experiencia escolar, me devuelvo un poco a mis diez años de edad, me encontraba
de vacaciones en la finca de mis abuelos paternos, una tarde de las muchas que
viví allá, mis primos y yo decidimos jugar a las escondidas, todos nos fuimos
para el cafetal, corrimos y preciso en el camino me tropecé con un tubo de
barro y me rajé la pierna izquierda. En realidad en ese momento no sentí ningún
dolor para mí eso era extraño, hasta llegué a decir que con Isodine se me
pasaba, no sabía la magnitud de la herida, hasta que llegué donde mis tíos a
mostrarles lo que me había sucedido, me dijeron que era necesario ir al médico
para que ellos se encargaran de cerrarme la herida y pues claro en ese momento
empecé a llorar de la rabia y ahí mismo me atreví a mirar la herida causada por
el tubo y con ganas lloraba.
Al llegar al hospital me pasaron de una vez a la sala de urgencias y comenzaron con el proceso de saturación en el cual me cogieron quince puntos, fueron dos heridas, una más grande que la otra, al pasar los días yo no aguantaba la quietud, claro teniendo diez años cualquiera estaría así, entonces empecé a apoyar mucho la pierna y a caminar largos trayectos, lo cual me afectó de manera poco favorable las heridas, la más grande se me empezó a abrir y claro para mí era doloroso, nunca me he podido perdonar ese accidente, aunque uno no sabe los obstáculos que le pone la misma vida, con eso he tenido que vivir todos estos años, me da pena mostrarla y yo misma no soy capaz de verla porque es algo quedó dibujado en mi pierna para toda la vida, es una huella imborrable, es muy difícil de curar.
Al llegar al hospital me pasaron de una vez a la sala de urgencias y comenzaron con el proceso de saturación en el cual me cogieron quince puntos, fueron dos heridas, una más grande que la otra, al pasar los días yo no aguantaba la quietud, claro teniendo diez años cualquiera estaría así, entonces empecé a apoyar mucho la pierna y a caminar largos trayectos, lo cual me afectó de manera poco favorable las heridas, la más grande se me empezó a abrir y claro para mí era doloroso, nunca me he podido perdonar ese accidente, aunque uno no sabe los obstáculos que le pone la misma vida, con eso he tenido que vivir todos estos años, me da pena mostrarla y yo misma no soy capaz de verla porque es algo quedó dibujado en mi pierna para toda la vida, es una huella imborrable, es muy difícil de curar.
Me regreso al presente y el viernes 25 de enero, hace poco, mis papás se fueron para Barrancabermeja a seguir con sus labores profesionales, al llegar a la casa luego de clases sentí un enorme vacío al ver que ya no podía compartir tanto con ellos y sí, sé que son etapas que hay que vivir y que a medida del tiempo lo iré superando, aunque no es fácil empezar una nueva vida donde hay diversas tentaciones, experiencias y formas de vida a las que tengo que someterme con responsabilidad, no dejando a un lado todo lo que me enseñaron. Muchos de ustedes son de Medellín y viven con sus padres y créanme que empezando por este fin de semana fue muy duro y doloroso para mí, más que todo por papá, porqué estaba acostumbrada a verlo a diario varias horas y compartir con el.
Esto es algo
mínimo de lo mucho que me ha marcado en el transcurso de mi corta vida, pero
estoy segura que vendrán cosas mejores en mi futuro profesional.
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