Nací el 20 de julio de 1995 en Barrancabermeja, Santander. Mi vida más que todo se centra cuando ingresé e el año 2005 a cursar cuarto grado en el Colegio Luis López de Mesa. Estaba acostumbrada a estar en un colegio cerrado, sin naturaleza a su alrededor en pocas palabras “una cárcel”, lo contrario de lo que es el Luis López, un espacio abierto, libre y lleno de vegetación, su aspecto campestre recoge alegría, pasión y diversidad, lo cual nos hace sentir como en casa.
Al llegar al colegio me sentía intimidada, pero las ganas de conocer un mundo nuevo y diferentes personas le ganaron a ese sentir, varias de ellas me brindaron sus experiencias y vivencias, estar allá era realmente satisfactorio. Poco a poco, al transcurrir los años me llené de valor para enfrentar distintas formas de ser.
Mi grupo de
clase siempre se caracterizó por la unión. Nos colaborábamos en todo y casi
nunca había discusiones por la toma de alguna discusión, con esto que les
escribo pensarán que fue un grupo de amor y paz, pero no es así, en algunas
ocasiones como es casual en cualquier círculo social, las personas tienen altibajos, lo cual causa pelea y como
consecuencia se daña o se deja de hablar con esa persona por bastante tiempo,
al poner esto en paralelo con otra situación, lo describiría como un par de
hermanos peleando por el sabor de un litro de helado o por mudas de ropa que
tal vez le compraron a uno y al otro no. Sí, mi grupo fue así, lleno de
altibajos pero sobre todas las cosas fuimos una familia.
Como en todo
colegio era habitual ver llegar compañeros nuevos a sexto grado y así
sucesivamente. Mi mejor año, y yo creo que el de muchos, fue undécimo, porqué
en su totalidad vivimos momentos de los que recordaremos siempre. A veces las
cosas no salían como se planeaban, pero siempre había plan b, nunca nos
quedábamos embarcados en un problema.
Llega el momento
de recordar a mis profesores, de ellos aprendí desde la cátedra hasta cómo
coger e interpretar un instrumento, cada uno se convirtió en una pieza
fundamental para mí vida escolar y personal. No siendo más yo creo que en esto
quedó plasmada mi travesía en el colegio.
Después de mi
experiencia escolar, me devuelvo un poco a mis diez años de edad, me encontraba
de vacaciones en la finca de mis abuelos paternos, una tarde de las muchas que
viví allá, mis primos y yo decidimos jugar a las escondidas, todos nos fuimos
para el cafetal, corrimos y preciso en el camino me tropecé con un tubo de
barro y me rajé la pierna izquierda. En realidad en ese momento no sentí ningún
dolor para mí eso era extraño, hasta llegué a decir que con Isodine se me
pasaba, no sabía la magnitud de la herida, hasta que llegué donde mis tíos a
mostrarles lo que me había sucedido, me dijeron que era necesario ir al médico
para que ellos se encargaran de cerrarme la herida y pues claro en ese momento
empecé a llorar de la rabia y ahí mismo me atreví a mirar la herida causada por
el tubo y con ganas lloraba.
Al llegar al hospital me pasaron de una vez a la sala de urgencias y comenzaron con el proceso de saturación en el cual me cogieron quince puntos, fueron dos heridas, una más grande que la otra, al pasar los días yo no aguantaba la quietud, claro teniendo diez años cualquiera estaría así, entonces empecé a apoyar mucho la pierna y a caminar largos trayectos, lo cual me afectó de manera poco favorable las heridas, la más grande se me empezó a abrir y claro para mí era doloroso, nunca me he podido perdonar ese accidente, aunque uno no sabe los obstáculos que le pone la misma vida, con eso he tenido que vivir todos estos años, me da pena mostrarla y yo misma no soy capaz de verla porque es algo quedó dibujado en mi pierna para toda la vida, es una huella imborrable, es muy difícil de curar.
Al llegar al hospital me pasaron de una vez a la sala de urgencias y comenzaron con el proceso de saturación en el cual me cogieron quince puntos, fueron dos heridas, una más grande que la otra, al pasar los días yo no aguantaba la quietud, claro teniendo diez años cualquiera estaría así, entonces empecé a apoyar mucho la pierna y a caminar largos trayectos, lo cual me afectó de manera poco favorable las heridas, la más grande se me empezó a abrir y claro para mí era doloroso, nunca me he podido perdonar ese accidente, aunque uno no sabe los obstáculos que le pone la misma vida, con eso he tenido que vivir todos estos años, me da pena mostrarla y yo misma no soy capaz de verla porque es algo quedó dibujado en mi pierna para toda la vida, es una huella imborrable, es muy difícil de curar.
Me regreso al presente y el viernes 25 de enero, hace poco, mis papás se fueron para Barrancabermeja a seguir con sus labores profesionales, al llegar a la casa luego de clases sentí un enorme vacío al ver que ya no podía compartir tanto con ellos y sí, sé que son etapas que hay que vivir y que a medida del tiempo lo iré superando, aunque no es fácil empezar una nueva vida donde hay diversas tentaciones, experiencias y formas de vida a las que tengo que someterme con responsabilidad, no dejando a un lado todo lo que me enseñaron. Muchos de ustedes son de Medellín y viven con sus padres y créanme que empezando por este fin de semana fue muy duro y doloroso para mí, más que todo por papá, porqué estaba acostumbrada a verlo a diario varias horas y compartir con el.
Esto es algo
mínimo de lo mucho que me ha marcado en el transcurso de mi corta vida, pero
estoy segura que vendrán cosas mejores en mi futuro profesional.